El brutal crimen ocurrido el sábado en el centro de la capital es un recordatorio estremecedor de la violencia que está invadiendo nuestro país. Un acto atroz que ha dejado una huella profunda en toda la comunidad. No podemos permitir que este hecho pase desapercibido ni que la normalización de la violencia se instale en nuestra sociedad. Querétaro, que ha sido una isla en medio de un mar de caos, no puede dejar de serlo. La violencia en México está en su punto más alto, y aunque Querétaro ha sido un ejemplo de tranquilidad, el sábado nos mostró que, lamentablemente, no estamos exentos de este flagelo.
México vive un escenario de violencia desbordada. Desde 2020 hasta 2024, se han registrado más de 2,300 masacres en el país, lo que equivale a un promedio de 43 masacres al mes. Esto se ha vuelto tan común en algunas regiones que ya no sorprende ni alarma a muchos. En estados como Guerrero, Michoacán, Zacatecas, Tamaulipas y tantos más, las masacres son un triste pan de cada día. Pero en Querétaro esto no puede ser parte de nuestra normalidad.
Es esencial que no caigamos en la trampa de la normalización. No podemos permitir que, como sociedad, nos acostumbremos a la violencia, como si fuera algo inevitable. El escándalo de lo sucedido el sábado es justo lo que necesitamos. Es una señal de que, como comunidad, seguimos valorando la vida y la paz. Esta capacidad de indignación, de sorprendernos y exigir que no se repita, es nuestra fortaleza. Es lo que nos distingue de aquellos lugares donde la violencia se ha vuelto parte de la cotidianidad, donde la vida humana parece haber perdido su valor y el escándalo se limita a preocuparnos por lo que ya es considerado normal.
En otras partes de México, las masacres y los asesinatos son tan comunes que el dolor se ha convertido en parte del paisaje diario. En lugares donde los ciudadanos ya no se asombran, donde los crímenes son apenas un dato más, sin rostro ni historia detrás. En esas regiones, la vida se despoja de su dignidad, se convierte en una moneda de cambio para los intereses del crimen organizado. Pero en Querétaro, esto no puede suceder. No podemos permitir que la tragedia de este sábado se convierta en otro episodio más de una serie interminable de crímenes. No debemos acostumbrarnos a pensar que esto es lo que nos toca vivir. No, Querétaro tiene que seguir siendo el ejemplo de que la violencia no es un destino inevitable, que la vida sigue siendo un bien que debemos cuidar y proteger.
Hoy, más que nunca, es vital que la sociedad queretana se mantenga unida y firme en su convicción de que este tipo de hechos no deben tener cabida aquí. Debemos ser conscientes de que no estamos exentos de la violencia, pero también debemos ser claros en que no aceptaremos que se convierta en algo habitual. Este escándalo, este dolor, esta indignación es lo que nos da fuerza para seguir luchando por una comunidad más segura.
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