Maggie Smith tuvo la suerte y la virtud de enganchar y cautivar a distintas generaciones con la interpretación de unos personajes que impregnó de su propia personalidad.
Si la bruja profesora Minerva McGonagall marcó a todos los seguidores de la saga de Harry Potter, la cáustica y sagaz condesa viuda de Grantham, Violeta Crawley, de la serie Downton Abbey se convirtió en la viva representación de la aristocracia británica.
“No seas así de derrotista, querida. Es tan de clase media”, decía el personaje en una de esas frases antológicas que la actriz soltaba con prodigiosa naturalidad.
Smith ha fallecido a los 89 años, según ha informado su familia en un comunicado. “Ha muerto en paz en el hospital a primera hora de la mañana de este viernes 27 de septiembre”, han detallado sus hijos, Toby Stephens y Chris Larkin.
“Fue una persona muy reservada que estuvo acompañada por sus amigos y su familia hasta el último momento. Deja dos hijos y cinco amados nietos que están destrozados por la pérdida de su extraordinaria madre y abuela”.
La actriz, gran drama de la pantalla y el teatro británico, estaba ingresada en un hospital de Londres. “Estamos agradecidos por vuestros mensajes y pedimos respeto por nuestra privacidad en estos momentos”.
Ganadora de dos Oscar ―por su actuación en Los mejores años de Miss Brodie, como protagonista en 1970, y en California Suite, por su papel secundario en 1979―, estuvo nominada en cuatro ocasiones a los premios de la Academia de Hollywood, incluyendo distinciones por Othello (Stuart Burge, 1965), Viajes con mi tía (George Cukor, 1972), Una habitación con vistas (James Ivory, 1985) y Gosford Park (Robert Altman, 2001).
Obtuvo, además, un Tony por su trabajo teatral, cinco premios Baftas al cine británico, tres Globos de Oro y cuatro Emmy por sus trabajos en la televisión. La reina Isabel II la invistió como Dama Comendadora de la Orden del Imperio Británico, y en 2014 le concedió un nombramiento aun superior, incluyéndola en la Orden de los Compañeros de Honor.
La noticia de su muerte ha desencadenado una catarata de elogios por parte de actores, directores y críticos culturales. Hay un consenso en señalarla como una de las grandes damas de la interpretación británica. Pero no siempre fue así, porque su físico, su dicción y su personalidad resultaban difíciles de encasillar, y mucho más de definir. Y ella, que rehuía la exposición pública en los medios y rara vez concedía entrevistas, era la primera en restar valor a su arte.
“Uno va a la escuela, uno quiere dedicarse a la interpretación, uno comienza a actuar y uno sigue actuando”, resumió en cierta ocasión su trayectoria vital y profesional.
Fue la única actriz que la escritora J. K. Rowling reclamó expresamente para el papel de la bruja McGonagall. “Todo aquel que pudo compartir escenario en alguna ocasión con Maggie puede dar testimonio de su sagacidad, su chispa y su formidable talento”, ha dicho a la BBC el actor Hugh Bonneville, compañero de reparto en Downton Abbey, que en la serie era su hijo.
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