En la reciente conformación de las comisiones en la 61 Legislatura de Querétaro, se ha materializado un principio que sigue resonando en la política mexicana, planteado por el ideólogo priista Jesús Reyes Heroles: “la apuesta por la fuerza de la política, no por la política de la fuerza”.
Es una frase contundente, especialmente en un espacio tan plural como el Congreso local, donde cada legislador, independientemente de su color partidista, tiene el deber de construir consensos, sumar perspectivas y, sobre todo, avanzar. Este ideal no sólo se convierte en una herramienta, sino en una verdadera guía para evitar divisiones, estancamientos y el peligro de la parálisis legislativa.
La política de la fuerza, que tan a menudo se usa en tiempos de confrontación, se convierte en un freno cuando el diálogo queda relegado. Este enfoque de la política centrada en la fuerza no suma, resta; no construye, desarma. En contraste, cuando el diálogo y la conciliación ocupan un lugar prioritario, el resultado es una estructura parlamentaria más sólida. Así fue como los que integramos la 61 Legislatura pasamos un mes completo, sentándonos a dialogar, con disposición para construir acuerdos.
Este proceso de conformación no fue un simple reparto de sillas, sino una labor basada en tres principios fundamentales. En primer lugar, se priorizó la profesionalización del poder legislativo. Se buscó colocar a personas idóneas en cada comisión, conscientes de que cada legislador aporta una historia de vida y una formación única, que enriquecen los debates y, por lo tanto, las decisiones.
Este principio es crucial para asegurar que las comisiones sean órganos técnicos y eficientes, capaces de abordar los problemas complejos de la entidad. No se trata sólo de asignar cargos, sino de garantizar que los liderazgos tengan la preparación y la experiencia para impulsar el trabajo legislativo.
El segundo principio fue la inclusión. La conformación de comisiones no debe ser un ejercicio de todo o nada, donde una sola visión monopolice la responsabilidad y el poder de decisión. Cuando la inclusión se convierte en un eje rector, se generan espacios de escucha y participación, se da cabida a distintas voces y se fortalece la representatividad. En este caso, la inclusión no sólo es la pluralidad de partidos representados, sino también en un enfoque donde todas las voces, por diferentes que sean, encuentran un espacio para expresarse y trabajar en beneficio de los queretanos.
Finalmente, el tercer principio fue la generosidad. En la política, así como en otros ámbitos, a menudo se presentan situaciones donde los intereses convergen en un mismo espacio. Todos queremos avanzar, pero esa ambición compartida no puede impedir que reconozcamos el talento y el valor de las otras y los otros. La generosidad implica ceder, pero también reconocer las fortalezas en quienes nos rodean, para sumar al bien común. Este fue un componente clave en la propuesta final de las comisiones: un acto de generosidad en el que incluso quienes no habían firmado al inicio de las negociaciones, pudieron sentirse incluidos y valorados, viendo sus perfiles considerados con justicia y equidad.
Ahora el reto es que evitemos el “no” automático y, en su lugar, se vote con razonamientos claros y transparentes.
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